La representación de las estaciones se ha mantenido siempre como uno de los temas más populares a los que ha recurrido la historia del arte, especialmente durante los periodos Renacentista y Barroco. El transcurso estacional y el paso del tiempo se reflejó en las obras de los artistas de estas etapas a través de la plasmación de los cambios climáticos, de la transformación de los paisajes y de la variación de la indumentaria de los personajes que aparecen en ellos. A partir del siglo XIX, la representación de las estaciones pasó a desarrollarse predominantemente al aire libre, se hizo más colorida e impresionista y desvió su centro de interés desde la vida agraria a la vida urbana.